La verdad es que extrañaba el despertar temprano de los track-days, con esas ganas de salir a diusfrutar ya mismo desde el momento en que encendés el motor de tu Alfa, quizás por eso de haberme (corrijo, léase habernos) desacostumbrado nos costó un poco arrancar de una buena vez, porque uno siempre se está olvidando de algo e inclusive a 15 minutos de haber salido te acordás de que te olvidaste de no sé qué y no sabés si volvés o ¡ma sí! y te querés pegar un tiro cuando te das cuenta de que dos horas atrás estabas en la Shell cargando nafta para no perder tiempo y para frutilla del postre un accidente y la General Paz totalmente inmóvil. La cuestión es que cuando logramos encarar la Panamericana habíamos perdido más de media hora.
Con el calor que hacía, el pelo al viento (o las gorras al viento) era un bálsamo y así, acariciados por la templada brisa y kilómetro tras kilómetro de un tránsito bastante fluído, terminamos llegando al ACA/YPF de Zárate apenas media hora tarde, para juntarnos con los amigos y sus máquinas que ya estaban planificando la salida a nuestro segundo punto de encuentro, la Axion de Gualeguaychú. Ahí sí, por fin un desayuno, imprescindible a esas alturas porque por no perder tiempo habíamos decidido no desayunar antes der salir, total se suponía que lo íbamos a hacer en el ACA/YPF de Zárate. Pero, al fin, el hecho es que para beneplácito de los participantes, finalmente habíamos dado inicio a la cabalgata gastronómica que de alguna manera siempre es parte imprescindible de todo rally.
Después de un cruce de frontera rápido y sin problemas, de repente una defección casi nos priva de contar con uno de los competidores, porque la berlina 125 de Ricardo Mazars sufrió un desperfecto en su bomba de combustible, que pudo ser solucionado merced a los buenos oficios (y la previsión) de Gustavo Couthino, copiloto de Tomás Rucci, que en su necessaire, entre el desodorante y el dentífrico, llevaba una bomba de nafta de repuesto. Así, finalmente, tras corto trecho llegamos a Fray Bentos dentro del horario previsto y el director de la prueba (anche maestro de ceremonias) nos condujo al tercer punto de encuentro, el restaurante Wolves, donde nos recibió una mesa bien de campo, mantel de hule, sillas de caño, y entre amigos e iniciada ya una tercera tanda de charlas, nos comimos el jamón con rusa y un rico plato de sorrentinos combinados, caseros, amasados por las amorosas manos de la dueña de casa; no alcanzo a recordar su nombre, pero que sus manos eran amorosas es seguro. Apunte al paso: cada vez que somos más de uno, la charla se inicia en modo automático.
A los postres, flan con dulce de leche casero todo, las autoridades del Rally nos entregaron los libros de ruta y los números para los autos y nos explicaron pormenores de la competencia, finalizado lo cual nos levantamos de la mesa como pudimos (y pudimos) y salimos a pegar los números en los autos para partir raudos a la concentración en la plaza de Fray Bentos, donde se desarrolló una cuarta sesión de charla y donde, contando con la presencia de autoridades y medios locales, se inició oficialmente el Rally. Alberto Domingo nos fue dando a cada uno la señal de partida separados más o menos por unos 30 segundos y ahí fuimos, rumbo a una regularidad en ruta en llano que resultó bastante exigente, sobre todo si uno tiene la pésima costumbre de no ver las referencias, lo que lo obliga a retomar la ruta y volver a pasar otra vez por el mismo punto, cosa que no nos pasó solo a nosotros, porque a cada rato aparecía alguno que venía de frente en sentido contrario, clara evidencia de que se había salteado un auto control.
El recorrido nos volvió a llevar a esos paisajes tan agradables que regala la orilla oriental del río Uruguay, con ondulaciones suaves y rutas con banquinas de pastos prolijamente cortados, pasando por Mercedes y llegando a Dolores, donde pegamos la vuelta en dirección a Fray Bentos sin entrar a la ciudad, para encarar el ramo de regreso. Confieso que volvimos a pasar por alto un auto control y también nos volvimos a encontrar con alguno viniendo de frente. Al final del recorrido desembocamos en el balneario Las Cañas, donde dimos un paseo por su lindo y tan sencillo como agradable paseo costero. Otro apunte al paso: al atravesar el Camping de Las Cañas la gente nos vivaba y nos aplaudía con ganas; uno, con panza protuberante que la remerita corta no llegaba a ocultar y gesto de saber de qué se trata, le dijo a su señora: Es un Porsh; no paré porque no iba a empañar una jornada feliz.
Cayendo ya el anochecer nos concentramos en la costanera de Fray Bentos, frente a Wolves, donde nos acompañó la Subsecretaria de Turismo de Río Negro, que ya había estado con nosotros en el inicio del Rally, y después de las fotos con la subsecretaria, nosotros y nuestros autos, y después de una quinta sesión de charla, nos fuimos para el Grand Hotel para hacer el check-in, darnos una ducha y cruzarnos al retaurante El Timón, apenas a metros del hotel. La cena estuvo muy buena, arrancando con unos muy ricos bastoncitos de muzzarella con salsa, dando paso después a una bondiola braseada a cocción muy lenta que era una verdadera delicia. Los vinos Trumpeter, gentileza de nuestro sponsor Bodegas Bianchi, fueron la perfecta compañía de una comida bien servida, que culminó con una “morcilla” de chocolate de postre, que estaba súper rica. La cena incluyó una sexta sesión de charla, porque un grupo de trasnochados -entre los cuales me incluyo- se quedó a hacer sobremesa hasta que dejaron de arder las velas o, lo que es lo mismo, hasta que se acabó el Etiqueta Negra y el Cohiba que convidó Pablo Antúnez, amigo siempre generoso y propenso al hedonismo solidario.
El día siguiente amaneció nublado y muy cargado de humedad, pero lo que quedaba del buen ánimo de la jornada anterior fue suficiente para hacernos levantar temprano y depositarnos frente a nuestro desayuno. Olor a café y a pan tostado, para mí esa es la esencia de un desayuno; pero había más cosas, porque también había tés, jugos, yoghurts, fiambres, frutas, panes y facturas, ensalada de frutas, cereales y las consabidas manteca y mermelada, que eran varias de diferentes sabores, con un pulgar para arriba para la de zapallo. Del Gran Hotel, además del muy buen desayuno y una habitación muy correcta y confortable, deben destacarse dos cosas: la primera, una piscina que me hizo pensar en que bien podría pasar unos días de vacación ahí, y la segunda, una perla de la organización, el check-in instantáneo. Creo que la del desayuno no cuenta como séptima sesión de charla, porque uno no está despierto del todo, así que no.
Todavía masticando un minisacramento de queso y con otro de jamón en la mano, escuchamos que el director de la prueba nos llamaba a partir a Playa Ubici para continuar con la segunda parte del Rally: la habilidad Conductiva. Después de olvidarnos de cagar una botella de agua fresca en el hotel, cosa que sufriríamos luego, allá fuimos. El kartódromo de Ubici está muy bueno, el dibujo es comparativamente bastante más interesante que el del circuito de Colonia, se lo ve seguro y con vías de escape suficientes, y con el artificio de tres chicanas que colocaron el dirtector de la prueba y Alberto Domingo, quedó bastante limitada la velocidad final en tramos potencialmente peligrosos, precaución absolutamente necesaria porque aunque digamos siempre que Habilidad Conductiva es habilidad y no necesariamente velocidad, puestos en la pista a cualquiera se le dispara el Fangio que llevamos adentro.
Nos acompañó el Secretariuo de Turismo de Río Negro, merced a cuyos buenos oficios obtuvimos la posibilidad de usar el kartódromo, y quien manifestó sentirse tan gratificado por nuestra visita que nos ofreció volver siempre que querramos hacerlo. Vuelta de preparación y dos vueltas lanzadas más la de salida, fuimos recorriendo el trazado sin novedades desagradables; solamente se puede apuntar la salida de pista de Mauro Mion, que intentó convertir su GTV en cortadora de cesped sin buenos resultados, afortunadamente varias manos amigas con sendos precintos negros lograron poner el paragolpes en su lugar. El calor seguía viaje y a esa altura ya me había cansado de reprocharme haber olvidado cargar la botella de agua en el hotel antes de salir, afortunadamente la generosa asistencia de Paulina gestionada por Dolores, me procuró un agua que no sé cómo había llegado hasta ese punto todavía fresca.
Concluídas nuestras evoluciones automovilísticas en el circuito y nuestra séptima sesión de charla multiplicada en los varios grupitos que se fueron armando en el transcurso de la mañana, volvimos a Fray Benos para almorzar en El Timón; el menú fueron arrolladitos primavera con salsa de soja espesa, después pollo al curry con verduras al vapor y de postre flan casero con dulce de leche, todo humectado con el buen vino Trumpeter de nuestro sponsor, Bodegas Bianchi. A los postres hicimos la entrega de premios: el podio de la Regularidad se compuso con la tripulación Mauro Mion – Claudia Bevilacqua en el primer puesto, en el segundo Daniel Antúnez – Leonardo Covalschi y en el tercero la dupla Pablo Antúnez – Carlos Burgwardt; en la prueba de Habilidad Conductiva los premiados fueron Pablo Antúnez en el primer puesto, Federico Larroca en el segundo y en el tercero Mauro Mion; finalmente, la Mejor Vuelta fue para el director de la prueba, presidente del Club y maestro de ceremonias, Daniel Alegre.
Después de la entrega de premios nos desconcentramos, algunos emprendieron el regreso a sus casas y otros, entre quienes nos contamos, nos fuimos para el hotel para hacernos una bien merecida siesta. De repente, siento que la voz de Dolores me saca de los brazos de Morfeo y me trae a la realidad: Se largó, ¿le subiste el techo a la Spider? ¿No? Me tranquilicé porque recordé
que estaba bajo techo en el parking del hotel, pero había quedado descapotada por la ventana de la habitación ví que estaba empezando a soplar un viento que llevaba las gotas de un lado para otro y que en una de esas vueltas le estaba cayendo encima a la Spider, así que me calcé el short de baño y las ojotas y salí a ver qué pasaba. Lo que pasaba era que aunque no llegaba lluvia directa sí llegaba lo que arrastraba el viento y una mínima gotera en las chapas del techo provocaba que un hilo de agua corriera por las vigas de metal para terminar goteando sore el respaldo del acompañante. De nmediato subí el techo y ahí pasaron dos cosas: la primera fue que la gotera caía igual adentro del auto porque no estaba subido el vidrio de la ventanilla y la segunda que no tenía la llave para subir los vidrios eléctricos. A esa altura ya la lluvia era un diluvio y mi desesperación iba en aumento, por suerte Dolores me miraba por la ventana de la habitación y pude pedirle que me diera el llavero. De ahí sale otro apunte al paso: la ventana de la habitación quedaba justo debajo de una catarata del caudal de la de Iguazú.
Volví a entrar al hotel hecho sopa, pero una oportuna ducha caliente me puso otra vez en carrera, y como mientras me secaba y me volvía a vestir el viento se hacía brisa y la lluvia una mínima garúa, encaramos la salida a cenar así como estábamos. Dos errores: había refrescado y no llevé abrigo y llovía un toque de tanto en tanto y no tenía paraguas. Por suerte Paulina y Jorge Cronberg tenían y nos llevaron secos hasta El Timón, donde una mesa corta pero muy animada, nos gratificó con el trío ganador: pizza caliente, cerveza fría y buenos amigos. Creo que era la octava sesión de charla aunque ya había dejado de contarlas, estas salidas entre amigos del Club tienen la misma calidad humana que el Club tiene y proyecta en cada una de sus actividades. Desde el punto de vista objetivo, el Rally fueron no más que un par de días en Fray Bentos, ahí nomás, apenas cruzando a la otra orilla del río Uruguay, pero todos quienes lo compartimos sabemos que fue más que eso; el Club es no es más ni menos que un grupo de personas unidas por el afecto. No queríamos que terminara, pero había llegado el final y era hora del retorno.
El Rally salió muy bien y fue, otra vez, una extraordinara ocasión de sentirse bien entre amigos, por eso creo que cabe agradecer a todos quienes hicieron lo necesario para disfrutar el fin de semana oriental, empezando por la CD que empuja para que las intenciones se concreten en hechos, siguiendo por Alberto Domingo y señora que nunca se cansa de enseñarnos, la gente del Gran Hotel, los de Wolves y El Timón, y terminando por todos quienes tenemos pasión por compartir y aprovechamos toda ocasión para hacerlo. No podría cerrar esta reseña sin hacer mencionar una sensación que me acompaña permanentemente cuando cruzo al otro lado del río. Nuestros amigos uruguayos nos dan, siempre, una lección de humildad honesta, mostrándonos de manera impecable lo poco que hace falta para pasarla bien. Ellos saben cómo hacer para que cosas mínimas o de apariencia insignificante, se conviertan en claves para el disfrute y el placer.