El sábado pasado no fue un sábado más, porque el día amaneció con la promesa de que íbamos a tener la posibilidad de ser parte de la décimo quinta edición de un evento en el cual el Club Alfa Romeo pone toda su energía para hacernos felices.
Y cuando digo amaneció es porque de verdad amaneció y me explico. Aunque la nochecita anterior había pasado dos horas lavando a mano la Spider -cuya limpieza no confío a ningún Manotas ni nada que se le parezca- y eso me dejó totalmente agotado, me desperté espontáneamente aproximadamente a las 4 de la mañana. La ansiedad previa a cada evento sigue siendo la misma desde hace años. A través de la ventana del dormitorio no se veía nada, tutto nero, por eso dije que de verdad amaneció.
En fin. Después de la experiencia de “ver amanecer” me volví a dormir, hasta que me despertó la alarma a las 6:15. Me duché, me vestí y bajé a buscar el diario en la puerta de casa, repuse agua y alimento a Akila y Vito -los gatos de la casa-, busqué las gorras, dejé en el lavadero los trapos y esponjas del lavado de la noche anterior que habían quedado desparramados por el patio, y fui a buscar la Spider que duerme en mi cochera de la otra cuadra.
La Spider no descansa en casa, porque las mascotas adoran la textura y la temperatura del techo de lona, pero el techo de lona no adora ni soporta a nadie y los pelos de los gatos le provocan alergia. Así que caminé los 100 metros que separan la puerta de casa del portón de la cochera, me subí a la Spider y -encomendándome a los espíritus bondadosos de Orazio Satta Puliga y Giuseppe Busso- le di marcha al biálbero. Arrancó de una con su maravillosa música, lo cual aumentaba la expectativa de que podía ser realmente un dia feliz.
Diré que yo estaba de un animo excelente, es posible que el éxito previo del Pre-Raduno empujara un poco en ese sentido, pero todo iba de verdad viento en popa. Hasta que tocó esperar a la dama. Y esta vez hubo que esperar a la dama de verdad. Ya llevaba 30 minutos en la puerta de casa y comencé a preocuparme por el estado de mi ánimo, pero pensé y tomé la firme decisión de que no habría escollo que me privara de disfrutar el Raduno.
Y así fue. Cuando la dama decidió honrar nuestra máquina con su presencia, bajé el techo y cabellera al viento -la de la dama no la mía, obviamente- doblé en la esquina y le metí derechito por Gallo-Austria hasta Figueroa Alcorta.
Los habituales saludos de algún que otro conductor en los semáforos, del tipo de “¡Qué nave maestro!”, fueron amenizando el recorrido por una ciudad que miraba a la Spider con gran simpatía, como lo hace siempre.
Doblando en Salguero, apenas un corto trecho y en seguida la subida a la Cantilo, rápido desplazamiento en dirección a Provincia, bajada en Libertador rumbo a Olivos y ya en la recta final, larga recta pero recta final. Una observación: yendo por provincia a la Spider la miran igual, pero son menos comunicativos.
Las cuatro cuadras de adoquinado desde Roque Sáenz Peña hasta la Catedral, son un suplicio que enfrenté con el mayor estoicismo y alguna que otra lágrima que se me escapó cuando el escape besó un lomo de burro (ese amor irrefrenable del escape por los lomos de burro me enerva). Los adoquines hacen a esa cosa “artesanal” de San Isidro, lo sé, pero igual duele.
Es claro que empezaba a concretarse la promesa de disfrute, así que me enervé un mínimo y volví a mi convicción de que iba a disfrutar un día feliz. Lo primero que vi fue a nuestro chasirete amigo, FotoLandler, que esperaba agazapado en la vereda de la plaza para hacer la primera toma y la tomó. Tengo imagen que testimonia e inmortaliza el instante.
La segunda figura que vi fue la de una agente de tránsito femenina que, con extrema amabilidad, me indicó que estacionara en un lugar de absoluto privilegio (me dijo que estaba reservado para mí), quedando la Spider a la vista de la terraza de Blossom. Ya había amigos para saludar dando vueltas en derredor de la iglesia, así que el desembarco se demoró un cachito, pero en seguida cruzamos y subimos las escaleras que nos llevaron a la terraza donde íbamos a desayunar. Blossom está verdaderamente lindo y nos trata muy bien, no sé si les gustamos, nos tienen simpatía o algo así, la cuestión es que nos sirvieron un rico desayuno de café con medias lunas (que en la mesa en que me senté estaban todavía tibias) en esa terraza fantástica y ahí aproveché para saludar a todo el mundo. ¡Qué cantidad de amigos! ¡Qué lindo comenzar el día así!
Decidí bajar y dar una vuelta por el “estacionamiento” para ver un poco el parque automotor, qué hay de nuevo y cómo se conservan algunas máquinas amigas, disfrutar de la vista de los autos y de la conversación con amigos. Y ahí estaba “la máquina” para el infarto, the killer, la bestial 147 GTA de Luciano. Oddio fammi morire! Es demasiado, en todo sentido; el interior es de “una vera machina da corsa” y al abrir el capot (aquí iría sonido de coro celestial) el Busso, el Busso GTA de 3.2litros. Mamma! Mamma! Mamma! Es tan hermoso que lastima.
Había más, claro, y ahí fuimos a dar la vuelta. Los muchachos se preocupan por poner sus máquinas en la mejor condición, después de todo el Raduno concluye con un Concorso d’Eleganza y todos aspiran a ganarse un premio. Linda compra la del 156 de Dany, el verde Amazonia es un color que me gusta muchísimo y el tapizado de velluto del 156 es realmente muy bonito y le queda muy bien; junto al color del auto, volante, pomo y plancha en madera, hacen un conjunto realmente precioso. ¡Qué lindo que sigue siendo el 156! Todas las curvas tienen sentido, hacen al dibujo final, de volúmenes equilibrados y superficies sensuales. Con ese frente, el original, donde la calandra hace de punta de lanza de todo el diseño del auto. Sin dudas es uno de los más bellos diseños automotrices modernos.
Algunos amigos ya iban emprendiendo la marcha hacia Los Cardales, así que fui volviendo para donde estaba mi Spider y al pasar al lado de Luciano me pregunta ¿Dónde está Carolina? Miré hacia la terraza y pude ver que ahí seguían estando mi dama, que se había sentado en otra mesa, junto a las otras damas que desayunaron juntas. También pude ver el banner del Club, que había armado para que quedara como espalda del puesto de acreditación del Raduno, y que me olvidé de desinstalar al bajar; muy pero muy bueno no haberlo perdido.
Recuperado el banner y mi dama, emprendimos el viaje hacia Los Cardales. El tiempo se había terminado de poner de verdad lindo, en el cielo no quedaba una sola nube y el viaje resultó una delicia. La brisa tibia a los 80km/h en la Spider aliviaba el calorcito que había comenzado a levantarse ya cerca del mediodía. Saludos de vez en cuando a otros amigos que compartían la ruta, como la Alfetta roja (que después tuvo premio) que de tanto en tanto se nos ponía a la par, y ya llegamos a Los Cardales y enfilamos la calle de entrada al Sofitel.
No sé si me pareció a mí, pero el trámite de entrada fue más sencillo que otras veces. Recorriendo esas callecitas llenas de verde llegamos al área de Italpast y estacionamos en la calle del Golf, casi a la cola porque salimos de San Isidro entre los últimos. Eso sirvió para poder recorrer con la vista todas las máquinas que ya estaban estacionadas antes que nosotros. ¡Qué lindas! ¡Y cuántas! Más saludos de por medio, finalmente llegamos a Italpast.
Esta vez teníamos algunas limitaciones logísticas, algo que a priori parecía amenazar el normal desarrollo del evento, sin embargo debo decir que todo funcionó perfectamente y nada fue obstáculo para disfrutar de un encuentro fantástico.
La comida de Italpast es garantía de comer bien, pero esta vez estaba realmente buena. Primero fueron las bruschette y pizza, me gustó la pizza de muzzarella y mi preferida fue la bruschetta de hongos que estaba muy rica. Después sirvieron la pasta, que es su especialidad y la degustación es su estilo. A mí esa manera de presentar la pasta me gusta y los penne rigate con salsa roja con polpettine estaban deliciosos; no menos ricos los ravioli alla parisienne, pero a mí las salsas rojas me gustan más. Al final el postre, un franco y honesto flan casero con dulce de leche.
Para hacer más feliz la jornada, el vice preparó un juego de mesa competitivo en grupos. Se trataba de ser los primeros en armar un rompecabezas (con lindas fotos de bellezas alfistas); sana competencia, pero competencia al fin, salía humo de esos dedos que iban y venían.
Los vinos de nuestro patrocinador, Bodega La Rural para con línea de vinos Trumpeter, acompañaron fantásticamente bien el almuerzo y sirvieron también, después, para obsequiar a los presentes en los sorteos que se realizaron al final, junto con tazas alegóricas del Raduno, gentileza de FotoLandler.
Para el final fue la premiación, de la que se da cuenta por separado. Palabras de agradecimiento de los organizadores, un reconocimiento y mención a Miguel Beruto, que retribuyó con palabras cargadas de emoción y motivaron una posterior comunicación suya más emotiva todavía. Una breve intervención de nuestro amigo Tom Narice, que agradeció haberlo nombrado jurado del Raduno y volvió a confirmar el sentimiento amistoso que nos une al Club de Clásicos.
Y ya que hablamos de Tom, debemos agradecer a Tom Narice y a Hugo Semperena su actuación como jurados en un trámite nada fácil, habida cuenta de que esta vez se entregaron 15 premios. Adicionalmente, a Hugo Semperena le agradecemos que se haya asociado a nuestros sorteos con suscripciones de su publicación Ruedas Clásicas.
Es de de destacar, la muy buena disposición de todos los presentes, socios y amigos que compartieron el evento, por haberse preocupado por presentar los autos en condición perfecta para ser exhibidos por ellos y disfrutados por todos, como es de agradecer la actitud proactiva, el interés por acompañar nuestra gestión al frente del Club, el afecto por la marca, y las ganas de asociarse que mostraron quienes se acercaban por primera vez.
En ese sentido debo apuntar que Juani Mártire y Daniel Alegre presentaron a la concurrencia, al nuevo socio Juan Manuel Serra, dueño de una impecable Alfa 146ti blanca, modelo ’98, con jovencísimos 60.000km y pinta de brand new, a quien le fue entregado el pin que contiene el símbolo que identifica al Club Alfa Romeo de Argentina.
Ya íbamos dejando el restaurante, cuando escuché a uno de los amigos que nos acompañaron reflexionar en voz alta: “El Raduno ya es un clásico”. Afortunadamente, es la pura verdad, el Raduno Italiano del Club Alfa Romeo es un clásico, para el cual todos ponemos lo necesario para garantizar una experiencia feliz, que complazca, que sea digna de la marca que nos emociona y que exprese la vitalidad del Club que nos reúne.
No digo hasta el próximo Raduno, porque espero que nos volvamos a encontrar en alguna de las actividades que desarrollaremos durante el año, como las cenas de camaradería o algún otro evento especial, como el Alfa Day, con el que recordamos el cumpleaños de Alfa Romeo, siempre en alguna fecha cercana al 24 de junio de cada año. ¡Hasta la vista!
PREMIACIÓN CONCORSO DI BELLEZZA
Galerias de fotos completas del evento por FotoLandler:
Galeria 1
Galeria 2
Ilustran el artículo fotos de @italianos.ar y Sergio Moretti
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