Reseña Raduno Italiano Edizione Aerodinamica

Y al final Santa Rosa decidió sumarse al evento, pero lo hizo con una lluvia pertinaz que nunca llegó a ser aguacero, y así nos tuvo prácticamente durante todo el evento, hasta que dea poco fue transformándose en la suave llovizna que nos acompañó en el regreso a casa. 

Confieso que en un momento tuve alguna duda. Cuando nos consultamos con el presidente un par de días antes, tuvimos alguna mínima duda, pero al final primó el compromiso que habíamos tomado con quienes se decidieron a acompañarnos inscribiéndose. En mi caso, además, creo que pesó el recuerdo de otro Raduno, aquel de 2014, literalmente pasado por agua, que nos permitió comprobar que eso de “Al mal tiempo buena cara” funciona. 

Siempre auto referencial, voy a comenzar esta crónica a las 4:25 del sábado, cuando mi sueño se vio interrumpido, no por el despertador, sino por un rayo que debe haber caído en unas torres altas a la vuelta de casa. No me pude volver a dormir, supongo que el hecho de que se desatara en ese momento una lluvia torrencial que con su repiqueteo sobre los techos de chapa de casa habrá estimulado mi insomnio, así que decidí iniciar la rutina matinal. 

Me asomé al patio y vi que la lluvia ya menguaba, así que me puse la campera encerada, la gorra, agarré los banners y me fui para el garaje. A mitad de camino me di cuenta de que, si después iba a volver a casa para recoger a Dolores, llevar los banners había tenido el sentido de acarrear inútilmente ese peso, pero también eliminar el temor de olvidar llevarlos. Esas cosas nos definen como humanos, como bien sabemos: “Senza cuore saremmo solo macchine”. 

Breve detención en la puerta de casa para que la copiloto subiera al auto e iniciara el Waze, y salimos raudos y veloces para Morón. Teníamos algunas prevenciones, porque a veces los accesos a las autopistas se anegan un poco y en las mismas autopistas suele haber gente que, contra toda lógica, anda a muy alta velocidad en mojado (y también habría detestado que el spray de agua y barro mojara la capota casi recién estrenada), así que decidimos ir por Gaona/Rivadavia. 

Y no nos fue para nada mal con la decisión. En 45′ ya estábamos en la puerta de la Base Aérea, donde fuimos recibidos por Dany Antúnez y Maxi D’Uva, a quien le dejamos un capote recuerdo de nuestra caminata por el Camino de Santiago en el 2022, así que fue capote con bendiciones. Seguimos hasta la entrada al Museo y ahí nos recibieron Sergio Moretti, Fede Larroca y un par de amigos que hacían puerta, y se apeó Dolores. 

Entré a la pista justo detrás de Antúnez padre y estacioné mi Spider en medio de dos aviones que me parecieron enormes, justo al lado de José Luis. Después se sumó la Spider de Moretti del otro lado; digamos que quedé bien flanqueado. Me bajé no sin cierta dificultad, pero no solo porque esté viejo, sino porque siempre que me bajo trato de tomar todas las cosas que quedan adentro del auto sin dejar una, así que a la dificultad de la maniobra se le suma hacerlo con las manos llenas de cosas. Otro rasgo humano, hacer difícil lo fácil. Pero: “Senza cuore…”. 

Bajo la lluvia y con los banners colgando del brazo, fui hacia la puerta de entrada. Saludé a otro par de amigos y a Dany Alegre, con quien me crucé la primera de las muchísimas veces que nos cruzamos luego. Entré y ya todo era clima evento. La gente, como siempre, con muchas ganas de pasarla bien. Abrazos, charla, más amigos, más charla, café, medialunas, otros amigos más, y más charla, y nos fuimos todos a escuchar un breve concierto y ver la clasífica de Monza. 

Como prólogo al pequeño concierto, el Director del Museo, Comodoro Carlos Maroni, nos dio la bienvenida oficial con unas breves y ajustadas palabras. El concierto del Ensamble Musical de la Fuerza Aérea que vino después, resultó una delicia en la que un cuarteto de cello y vientos nos regaló buena música bien ejecutada; tangos de Piazzolla, De Caro y hasta el Inno di Mameli, que acompañé a boca chiusa, porque no me se la letra. En cuanto a Monza, Maxi había instalado el video para poder ver la clasificación, así que, escalera de por medio, los fans pudieron verla. 

Finalizado el concierto se iniciaron las visitas guiadas, que nos permitieron hacer una recorrida por los espacios del Museo y su exposición, y nos acompañaron con una amena charla que incluyó referencias e historias para cada pieza expuesta. Hubo puntos realmente destacables, como el caso del avión que voló Saint Exupéry, por ejemplo, o el Anasagasti (que todos los años hace la Retiro-Tigre) y algunas aeronaves que tuvieron actuación en la Guerra de Malvinas, situaciones que las guías acompañaron con relatos muy sentidos. 

El Director nos ofreció pasar a visitar el Hangar 6, que es el área en la cual se desarrollan los trabajos de restauración. Realmente me dejó con la boca abierta, y creo que no fui el único. Es increíble la minuciosidad con que se lleva adelante una labor que habitualmente se extiende mucho en el tiempo y que requiere una enorme dosis de paciencia. Es un número importante de gente agrupada en equipos temáticos, voluntarios, que se ponen manos a la obra en trabajos que a primera vista parecerían imposibles, piezas enormes y otras enormemente pequeñas. A mí no me gusta la guerra ni ninguna de sus máquinas, pero tengo que admitir que en ese contexto quedé maravillado. 

Ya me estaba empezando a ronronear el estómago (otra vez) cuando, afortunadamente, llamaron a comer. Un acierto la comida bandejeada, creo que estábamos para eso, porque uno puede ir y venir y cruzarse con muchos más amigos que si estuviera inmovilizado en una silla. Las tablitas de fiambre muy buenas; el blue cheese maduro, como debe ser, perfecto; exquisitos sandwichitos de jamón crudo y queso con rúcula, tartaletas de verduras con queso, sandwichs de jamón y queso y, de repente, sandwichs de bondiola braseada con cebolla. ¡Una exquisitez! Rico vino Mosquita Muerta y gaseosas. 

Previa actuación del jurado, donde a los Moretti se les sumó Diego Marín, fuimos terminando el almuerzo y pasamos al salón de actos, para la premiación. Los premios fueron otorgados de acuerdo a un criterio propio del jurado para este XVII Raduno Italiano. 

  • Coupé pre 1970: Giulia Sprint GT 1750 de Miguel Cileta 
  • Coupé pre 1990: Alfetta GTV de pablo Cotti 
  • Coupé post 1990: GTV 916 de Sergio Munich 
  • Berlina 4 cilindros post 1990: 155 2.0 16V de Martín González 
  • Berlina 6 cilindros post 1990: 164 QV de Stefano Nardi 
  • Cabriolet: Spider 2.0 de Alfredo Yantorno 
  • Mejor No Alfa Romeo: Fiat 124 Spider de Alejandro García Del Bo 
  • Premio Especial del Jurado: GTV6 2.5 de Walter Trabucco 
  • Premio Especial del Museo de Aeronáutica: Giulietta de Bruno Comizzo 
  • Premio ¿Cuál te llevarías a casa?: 145 V6 2.5 24V de Patricio Etchegaray. 

En imprescindible destacar el compromiso y la proactividad de la gente del Museo, desde su director, el Comodoro Maroni, hasta las chicas del bufet que no pararon ni un minuto de servirnos y estuvieron siempre atentas a nuestras necesidades, pasando por los que nos ayudaron en los controles de los accesos, los que nos cuidaron todo el tiempo, quienes nos guiaron en nuestro paseo por las inacabables instalaciones del Museo y contestaron con paciencia nuestras preguntas; en fin, una operatividad perfecta. 

Y no podría terminar esta reseña sin felicitar a mis compañeros de la Comisión Directiva del Club, a nuestros socios y a todos los participantes del Raduno, por haber colaborado activamente para que fuera impecable, en todo sentido. Pudimos respetar los horarios estimados para las actividades, los autos pudieron estacionarse sin dificultades, la gente cumplió las consignas de las guías del Museo sin problemas, la comida fue abundante y estaba rica, y la lluvia desalentó solamente a 10 de los 75 inscriptos. Eso significa que en nada de todo lo que comenté hubo lugar para decir: “A pesar de la lluvia…”. ¡Estuvo muy bueno!

Agradecimiento especial a los fotógrafos Roberto Lander, Miguel Tillous y Agustín Bucholz.

por Francisco Yantorno

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