A veces los astros se alinean y las cosas salen bien; claro que si, adicionalmente, se ponen unos kilos de esfuerzo los astros parecen darse cuenta de eso y las cosas salen muy bien. Eso es lo que ocurrió con la cena del jueves pasado, la preparamos dedicándole tiempo y esfuerzo y fue un evento que vamos a recordar.
Con Fran, montados en su Giulietta que cada día anda mejor, llegamos suficientemente temprano como para acomodarnos perfectamente en el amplio estacionamiento, justo al lado de la 75 en la que habían llegado un rato antes los Moretti. Adentro del estar se veían algunos amigos “madrugadores” que habían llegado prudentemente temprano como para asegurarse un sitio justo en el camino que Miguel recorría desde la cocina hasta el salón, con bandejitas llenas de nuggets de pollo, papas bravas y ¡buñuelos de acelga! ¡Años sin comer esos buñuelos! Y estos estaban de rechupete, parecían recién fritos por la vieja.
Entre charlas con amigos -algunos que hacía un buen rato que no veía y otros amigos nuevos- fue avanzando la noche, con la llegada de más Alfas que fueron ocupando el total del estacionamiento. Yo salía y entraba y volvía a salir, porque cada vez que llegaba un Alfa nuevo era motivo de admiración; indudablemente el amor que sus dueños sienten por ellos se nota en el cuidado que ponen para mantenerlos en estado de concurso; máquinas bellas por sí mismas, bellas todas (en un momento se me ocurrió que hasta el Arna puede ser bello), con una mención especial para la 1900 de Beruto, ¡Ese logo Superleggera en el capot, significa que lo que hay debajo es una maravilla del diseño italiano.
Y acá marco mi decidida preferencia por Touring. Es que aunque Italia es, sin dudas, una fuente inagotable de buen diseño, todos los productos de Touring tienen algo (¿espiritual?) que los vincula con la artesanía de hacer carrozas. Hay un trabajo minucioso en el detalle, tan minucioso que pareciera estar a una nada de ser barroco pero no, es exactamente lo que debe ser.
La noche seguía su curso y en el comedor los hados de la tecnología no nos estaban favoreciendo mucho, circunstancia que aprovechamos para seguir conversando con amigos y disfrutando Alfas, incluso aprovechando para “probarnos” alguno a ver cómo nos queda, hasta que finalmente la campana llamó a comer.
La comida estaba muy rica; aquí también, como en el caso de los buñuelos, hubo un protagonismo de la cocina tradicional, fueron Canelones, muy pero muy apetitosos, de esos gorditos a los que se ve que no les escatimaron en el relleno, cubiertos como la tradición porteña lo indica por el matrimonio salsero tradicional de fileto y bechamel. No eran Rossini, cosa que alguien apuntó y es cierto, pero estoy seguro de que don Gioacchino, que además de ser un talentosísimo músico era un reconocido gourmet, no hubiera dudado en aprobarlos. De postre un bombón helado mixto con corazón de dulce de leche y cubierto de chocolate, y todo regado por los excelentes vinos de nuestro patrocinante, la bodega Valentín Bianchi.
Superados los asuntos técnicos, había quedado ya preparado todo para dedicarnos a lo que era el motivo central de nuestro encuentro, la presentación a los asociados del Club Alfa Romeo del libro de nuestros consocios Cristián Bertschi y Estanislao Iacona: Alfa Romeo Argentina 100 Años; un evento que demoró en encontrar la oportunidad, el lugar, el marco más apropiado para su concreción, pero que muy afortunadamente lo encontró el jueves pasado.
El salón del Club de Automóviles Sport fue, sin ninguna duda, el lugar exacto en el que pudo darse la feliz circunstancia de que el libro pusiera a sus autores en contacto con un público específico, que se mostró como el destinatario natural de sus esfuerzos. Alguien dijo después “no volaba una mosca” y es cierto, el auditorio estaba absolutamente cautivado por una charla con imágenes, en la que Cristián y Lao se turnaron para aderezar su exposición con comentarios y anécdotas que aportaban calidez a su probado conocimiento.
Pedí hacer la presentación de Lao y Cristián y así lo hice, para darme la posibilidad de “escribir” verbalmente un prólogo al libro de su autoría, como una forma de apropiación legítima de esa excelente publicación a la que mis palabras podían agregar algo de mí; bien se dice que un libro no es tal hasta que un lector se apropia de él, de lo contrario sería onanismo (aclaro que lejos está de mí denostar a don Onán y sus seguidores). Espero que mi intervención haya logrado traducir el reconocimiento agradecido del Club a los autores.
Al finalizar la charla, pudimos homenajear a los autores con la entrega de sendas plaquetas de reconocimiento, en rememoración del motivo del libro: el centenario de nuestra querida Alfa Romeo en la Argentina; ambas plaquetas verdaderas obras de arte, creaciones de nuestro artista
verdaderamente exclusivo, Mario Tagliavini, que ha probado otra vez, como lo ha hecho siempre, su notable capacidad de ser un intérprete fiel de nuestras emociones.
Entregados los reconocimientos, nuestro presidente Dany Alegre dio la bienvenida a los nuevos socios: Nicolás Leynaud, Mauro Basile, Pedro Carner y Jorge Cronberg, a quienes los presentes reconocimos con un aplauso, y pasó a comentar las novedades y temas por venir.
A ese respecto es de destacar la presencia de Luis Betnaza, vicepresidente del ente que gerencia el Autódromo capitalino, que prometió que nos va a poner sobre el asfalto del Gálvez para festejar el AlfaDay y, también, la concurrencia del “Oso” Marzán, interesantísimo nuevo amigo del Club, que nos trajo la invitación a participar en The Distinguished Gentleman’s Drive y ser el primer club argentino asociado al evento, una celebración del “classic style” en soporte de la fundación Movember y en apoyo de sus programas.
No había muchas ganas de irse, es verdad, tal vez por eso las despedidas se iban haciendo largas; creo que lo que nos termina impulsando a alejarnos de la placentera compañía de nuestros amigos alfistas, es saber que eso significa que vamos a poder gozar de nuestros Alfas una vez más, aunque sea para el viaje de vuelta a casa.
Hace rato que no teníamos un encuentro tan animado y lleno de experiencias para disfrutar; como escribí al inicio, las cosas salen bien cuando se trabaja para que salgan bien pero, además, cuando hay buena intención, y en ese sentido quisiera agradecer a mis compañeros de la CD por poner el esfuerzo que hace falta cuando hace falta y, sobre todo, al fantástico grupo humano que nos acompaña invariablemente y que sigue pensando junto con nosotros que un club de marca, aunque haya quienes dicen lo contrario, sigue siendo viable y vale la pena.
¡Larga vida a Alfa Romeo y larga vida al Club Alfa Romeo Argentina!