En 1923 un personaje muy singular decidió traer al país lo que con el correr de los años terminaría siendo nuestro objeto de deseo: Alfa Romeo. ¿Por qué lo hizo? En aquellos primeros años del siglo XX la Argentina era un país de oportunidades en el que corrían, como decía aquella canción de Serrat, “…buenos tiempos para la gente marchosa”. La historia cuenta que antes de cumplirse el primer cuarto del siglo, un emprendedor trajo a un país en crecimiento una marca de automóviles de avanzada; en definitiva, un empecinado en hacer. Ese empecinamiento, característica fantástica de los que crean la realidad, inevitablemente me llevó a pensar en nosotros y en nuestro Club: somos y estamos porque nos empecinamos en seguir siendo y estando, defendiendo y difundiendo con pasión el valor cultural del diseño y el automóvil italiano, representado en nuestros amados Alfas.
Pero vamos por partes. El concesionario de la marca, Centro Milano, festejaba el centenario de la presencia de Alfa Romeo en Argentina en la Ambasciata d’Italia in Buenos Aires, junto con la presentación del libro que recogía la historia de ese siglo. Sobre Avenida Del Libertador, prolijamente estacionados a 45 grados, una exhibición de lo más sublime que puede verse en automóviles, formas increíblemente armoniosas, quiebres de planos recreando chiaroscuros que harían feliz al mismo Caravaggio. 8C Competizione, 8C Spider, 4C Spider… son tan hermosos que duele. Liberado del trance hipnótico, lo primero que atraía la atención al trasponer el portal de hierro, era un impresionante mapping de la marca con luces rojas, que cubría el frente del bellísimo edificio de la Ambasciata. Un contexto imponente que no minimizaba la belleza de otras cuatro maquinas del Biscione que muchos socios ya conocen en profundidad y esta vez hacían las veces de historia viva para iluminar a la masa del jet set local. La soberbia Stelvio vestita Veloce acompañada de la pureza de la Giulia TZ, la exquisitez 6C2500 SS, y la eterna elegancia de Giulietta Spider.
Estaba “todo el mundo”, amigos de los clubes, no sólo del nuestro, gente famosa y gente normal, desde Cocho López (que está siempre), hasta Valeria Mazza, que ofició de presentadora del evento y el embajador Fabrizio Lucentini, que en su discurso se refirió a la tradición, la investigación y el diseño, como los motores del suceso de los productos italianos, y en ese sentido, remarcó la forma en que la historia de Alfa Romeo, tan rica en personajes formidables, se convierte en símbolo de la evolución del diseño italiano en busca de la excelencia. Por supuesto la celebración fue enzabezada por la anfitirona del evento, Carolina Belcastro, la cabeza de Centro Milano que representa a Alfa Romeo desde 2008 en nuestro país. Un festejo maravilloso al cual nuestra Comisión Directiva fue invitada a asistir por el concesionario de la marca, una verdadera fiesta de la italianidad que tuvimos la fortuna de presenciar representando al Club Alfa Romeo Argentina.
Finalmente, y como un reconocimiento a la obstinación, debo decir que este texto busca ser más que la crónica del festejo en la Ambasciata d’Italia in Buenos Aires por los 100 años de Alfa Romeo en Argentina, quiere ser un reconocimiento a los pioneros de Alfa Romeo y a los que permanentemente trabajan para hacer más grande su legado, porque el título de esta nota no se refiere solamente a la celebración del centenario argentino de nuestra amada marca, sino también al nombre de un libro, obra de un par de empecinados socios del Club: Cristián Bertschi y Estanislao -Lao- Iacona, creado para reflejar en textos e imágenes, las crónicas de personajes extraordinarios y máquinas fantásticas, relatando con mil y un detalles toda la riqueza de esa centenaria historia, la nuestra.