Sacar la Spider del mecánico el viernes a las 2 de la tarde -después de haberle hecho de todo- e ir a las corridas a cambiarle los neumáticos teniendo que salir al otro día a las 7 de la mañana parece una imprudencia. Si se piensa que uno va a hacer el viaje con su esposa como copiloto, ya da para calificarlo como locura. Lo hice. La cuestión es que el sábado, en medio de un amanecer gris y húmedo partimos Lola y yo para la YPF Boxes de Campana Oeste, en Panamericana km36, Garín.
Debo decir que me emocionó volver a ver a tantos amigos en situación de Rally, tono familiar como siempre, amigable desde el inicio. Lindo. Una buena cara para oponerle al mal tiempo. No cargué nafta porque tenía el tanque lleno; al menos eso marcaba el indicador, aunque poco después empezó a marcar medio y al rato ya marcaba cualquier cosa: medio, vació, lleno, vacío, etc. Digamos que eso no anda bien. De todas maneras como el odómetro funcionaba, calculando el consumo no habría problema en saber cuándo repostar.
Partimos raudos hacia nuestro próximo destino, la Axion Energy de Ruta 14 km46,5 en las inmediaciones de Gualeguaychú, Entre Ríos. Llovió casi todo el camino y pude probar algo muy pero muy importante: A pesar de que el estado de la capota y los burletes de la Spider no están en un estado ideal, no entró ni una gota de agua. Y eso que llovía en serio!
Debíamos llegar sin problemas con la nafta que todavía teníamos en el tanque, calculando los kilómetros hechos, pero como la aguja estaba clavada en CERO decidí no tomar el riesgo. Repito: estaba haciendo una locura acompañado de mi esposa. Así que paré para cargar unos 40km antes de llegar a Gualeguaychú. A esa altura, la lluvia que nos había acompañado se fue para no volver y nos dejó un cielo celeste y limpio. La parada en la Axion fue breve, solo para llenar tanques y pasar por el sanitario, pensando en que todavía faltaba cruzar la frontera y llegar a Fray Bentos al mediodía, donde nos estarían esperando las “fuerzas vivas”.
El paso por la aduana iba bien hasta que a Gustavo Fastuca se le ocurrió instalar un kiosco de venta de vajilla de cerámica móvil en el baúl de su ambulancia. El oficial aduanero era un personaje que no querría encontrarme en lo oscuro, morochón grandote con mal gesto y ceño muy fruncido. No quería saber nada de nada con nada. Daniel Alegre se le abalanzó blandiendo un mail de nuestros amigos yoruguas donde nos decían que estaba todo impecable y que en aduana nos tenían que allanar el camino so pena de puteada. Creo que el sujetoide se cansó de nosotros, porque le hizo cerrar la persiana a Fastuca y nos echó.
El primer kilómetro en tierra charrúa fue una especie de excursión telúrica: tierra, camiones viniendo de la mano al revés, cruzándose; un despelote. Paramos un poco más adelante para reunir la tropa y para que Roberto Landler (y algunos aficionados) hiciera unas tomas. En seguida arrancamos para Fray Bentos a donde llegamos al muy poco rato. Parada en la plaza Artigas y estacionamiento de los bólidos a 45 para permitir el disfrute del público; algunos curiosos se llegaban para ver los autos y aprovechaban para preguntar cualquier cosa; por ejemplo cuánto da con 20, lo que me hizo recordar que tenía que cargar cada tanto para evitar que la espada de Damocles cayera sobre mí y pusiera en peligro mi matrimonio.
De ahí a la parrilla La Vieja Toma, hecha sobre la plataforma de lo que fue la toma primitiva de agua del río Uruguay para la ciudad. Buena parrilla uruguaya; aunque extrañé el finito (dedicado al Suizo) el asado estaba muy rico y lo mismo las achuras, particularmente el chori. Rica ensalada de la sencilla, la de asador, y parvas de papas fritas. Y a los postres la dirección del Rally y Alberto Domingo nos ayudaron a entender el Libro del Rally. Dudas, opiniones, etc. Confieso que me cuesta, a pesar de que está muy explicado.
Medio digiriendo todavía el copioso almuerzo, salimos raudos y veloces por la ruta 21 para Nueva Palmira, ya en tren de Rally, en regularidad en llano. Esta vez siendo tan precisas las indicaciones vimos todos los mojones y los controles sin problemas, pero eso no logró evitar que nos perdiéramos dentro de Nueva Palmira. Hacía calor o, mejor dicho, mi copiloto y yo nos estábamos tostando lindo en mi Spider, porque calor realmente no hacía. Ya que nos habíamos perdido, y mientras tratábamos de encontrar el camino o un cajero del BROU, lo que ocurriera antes, en la primera estación de servicio que vimos paramos para cargar nafta y cambiar líquidos. Un par de aguas saborizadas y un par de paquetitos de galletitas para el viaje (ahí se fueron los últimos pesos uruguayos que nos quedaban) y en marcha otra vez.
Vale la pena repetirse, para volver a llamar la atención sobre la belleza de esos caminos de la Banda Oriental, tan llenos de curvas suaves y subidas y bajadas también suaves, que hacen que el viaje sea siempre una delicia. Paso por Carmelo mediante, encaramos el segundo tramo hacia Colonia del Sacramento, pasando por los preciosos parajes de Paso de la Horqueta y Piedra de los Indios, a donde llegamos ya oscureciendo y un poco cansados por el trajinar de las 12 horas de la primera etapa del Rally. Pero habría más.
Y lo que seguía vendría solo un par de horas después. Afortunadamente el desk de El Mirador funcionó como un reloj. Tomá el formulario, firmá, tomá la llave/tarjeta. No debemos haber tardado ni dos minutos! Una maravilla! Subimos, dejamos las cosas tiradas por ahí, abrimos apenas los bolsos para sacar una ropa limpia; una ducha rápida, a cambiarse y a las 9 todos abajo para ir a cenar. Taxis mediante llegamos a La Pulpería de Los Faroles, donde participamos de una rica cena, regada con muy ricos vinos, en un ambiente que parece siempre de fiesta. Esta vez a falta de nuestro animador, el Doctor Flores, nos animó un dúo mixto que entre el griterío de la concurrencia y el etílico zafaba bastante. En estado pre- comatoso, nuevos taxis de por medio, volvimos al hotel y a dormir.
Y mañana fue otro día. Nos levantamos temprano para reponer energías con el siempre generoso desayuno, con riquísimo pan fresco, fiambres y frutas y de todo. Buen servicio. La mañana, gloriosa, con el mismo cielo azul y cristalino y un ambiente luminoso y soleado que afortunadamente no era para nada caluroso. Caravana hacia el kartódromo Douglas Gilles, por esa costanera que está cada día más bonita. El aire fresco de la mañana (tardía) era como un bálsamo que evitaba que se nos recalentara el cerebro. Llegamos al kartódromo, ingresamos y ahí estaba Alberto para explicarnos cómo sería esa Habilidad Conductiva, segunda etapa del Rally. Todos estacionados prolijamente a 45. Ahí tuve un poco de calor, no como el año pasado pero sí; y encima Miguel Beruto me miraba desde el interior de su Stelvio con las ventanillas cerradas y el aire a full.
Del kartódromo rescato lo realmente bien y fuerte que anda la ambulancia 159SW de Gustavo Fastuca, lo lindo que suena la GTV V6 de Daniel Bell, lo lindas que son las Brera de Luciano Gauto y Pablo Antúnez -auto para guardar en una galería de arte más que en un garage-, lo fácil que parece hacer todo la Stelvio, lo lindas que se ven las Spider en pista llevadas por Daniel Alegre, Pablo Antúnez y quien escribe, y con el agregado de la de Juani Mártire, que ya está en estado de semi-exposición, lo intemporal del diseño de la 916 cosa evidente en las bellezas que llevaron Sergio Munich y Alejandro García Del Bo, lo bien que van las GTV De Dion de Tomás Rucci y Walter Trabucco. Un capítulo aparte para las acompañantes, que se animaron a meterse en la pista y a pisar con energía el pie derecho. Aplausos para ellas!
Lo que siguió fue el almuerzo de premiación, en el Mesón de la Plaza. La comida muy riuca y realmente bien servida. El lugar muy lindo, prácticamente copamos el bellísimo patio y lo tomamos por completo con la ceremonia de lectura de los resultados del Rally y la entrega de premios. Todo esto está muy bien registrado en testimonios fotográficos y en las planillas que imagino serán publicadas, de manera que me voy a eximir de comentarlo. Solo comentaré que eso de lo bien que iba la ambulancia de Fastuca se vio reflejado en que sumado a la destreza de la mano femenina de su acompañante, anduvo en el aire y recibió premio. Lola y yo terminamos quintos en la clasificación general, así que festejamos. Y una mención especial vale para Ale Del Bo, que terminó sin penalizaciones!
A la tarde nos fuimos a tomar unos vermús en un lugar soñado. Charco es una posada con restaurante y un jardín divino donde se toman Aperoles y otras bebidas de ese tipo. Rico, bien rico, y una brisa del río sobre el que balconea el jardín que era como una caricia angelical. Los amigos, afectuosos como siempre, particularmente Pablo Antúnez que recordando mi afición por los buenos tabacos me convidó un bonito Cohiba, cuyo delicioso sabor todavía recuerdo. No daban ganas de levantarse de los sillones, pero el deber nos llamaba y ahí fuimos derecho y a paso firme con rumbo a la pizzería La Bodeguita. La pizza estaba realmente buena y la conversación daba como para quedarse y alargar la charla. Taxis y al hotel y al sobre.
Lunes tempranísimo, arriba y a prepararse para el regreso a Buenos Aires. Desayuno completísimo y rico, el desk otra vez súper eficiente. Después puerto, barco y un regreso cargado de recuerdos y melancolía. Este Rally 38 Aniversario me deja el sabor dulce de compartir un fin de semana con amigos. Los ojos llenos de imágenes en las que se suman por igual la poesía y el afecto. Muy pero muy lindo. Grato. Gracias a la organización, gracias al Club Alfa Romeo, gracias a los amigos por darse de esta manera tan sincera. Creo que empecé a extrañarlos no bien pisé tierra firme.