Ayer, los socios y amigos del Club, tuvimos la oportunidad de pasar una muy linda noche. Dicho así puede parecer demasiado simple, pero la verdad es que fue una noche deliciosa. El tiempo acompañó, eso es cierto, porque la brisa que comenzó a soplar caída la tarde, fue bajando la temperatura y el ambiente se hizo en extremo confortable. En el inicio nomás, tuvimos la primera visita de la noche. Apareció el Suizo acompañado de un personaje que se presentó como Hans, también suizo, y que después de un rato de charla, tercio inglés, tercio portugués y tercio señas, terminé confundiendo con Hans Stuck. No era Stuck y la verdad es que no retuve el apellido y me disculpo por ello. Sí me quedó claro que ofició como Manager personal en el equipo en el que piloteaba Marc Surer. También entendí que eso fue en la época en que Marc destacaba al volante del March-BMW de la Fórmula 2 europea. Y siguió estando vinculado a Surer hasta que su tercer accidente en 1986, esta vez gravísimo, lo mandó al bando de los comentaristas. Espero no equivocarme y si me equivoco les pido disculpas. No estuvo fácil la conversación, sobre todo la parte de las señas. El amigo Hans hubiera sido un fracaso en Dígalo con Mímica.
Un dato de color. Muy al comienzo estábamos, Hugo Montalbetti, Enrique Escuder y yo, en el estacionamiento, conectando el cargador de baterías a la GTV de Enrique. En eso se asomó por el portón una señora de unos 50 y pico. Venía con su cartera y un ramo de flores en las manos. Creo que los tres pensamos que nos quería vender las flores o pedirnos unos mangos. Pero el aspecto no era de pedir. La invitamos a acercase y lo hizo. Preguntó si éramos los de Autoclásica y le dijimos que los esos eran los del Clásicos y nosotros éramos el Club Alfa. Entonces nos preguntó cómo había que hacer para participar de las reuniones y si eran prohibidas para mujeres. No sabíamos qué contestar. Al final creo que le dijimos que buscara el Club en Internet.
Charla va y charla viene llegó la hora de sentarse a la mesa. Quizás debería decir charla quiere ir y va como puede y charla quiere venir y viene como puede. Sorry Hans! La cuestión es que de repente nos encontramos prestos a abordar una empanada frita, pergeñada por la mente febril y la mano hábil de “il cuoco” Abelardo y servida presto por Miguel (a quien sigo, no sé por qué, llamando Martín). Había segunda vuelta si te animabas y me animé. Qué buenas empanadas! A las fritas no hay con qué darles! Y estas venían calientes y llenas de caldo. Mortales. Creo que Robert las inmortalizó en una placa digital. Y a renglón seguido, llegó lo que se venía preanunciando en susurros: LA lasagna. Buenísima, pero buenísima de verdad, de esas rellenas sin mezquinarle y terminadas “alla Rossini”. También hubo para repetir y, debo decir que no me le animé más que a media porción, que ya era un absoluto exceso. La pasta, un poema explícito. Como siempre, el buen vino acompañaba. Sade, no estaba nada pero de verdad que nada mal. Y, finalmente, el postre: helado con crocante de merengue y sirope de fruta roja. Comimos muy bien.
Mientras iba llegando el helado y el posterior café con palmeritas bien finitas, llegó la hora de los discursos. Por suerte mi intervención fue breve y matizada por Juani Mártire y Nico Aiello. La oportunidad de hacer un breve repaso por los avatares de Autoclásica, incidentes con el Club Peugeot incluidos, fue aprovechada para reiterar a los socios presentes nuestra necesidad de tener su acompañamiento y el compromiso de procurar que todos los eventos del Club sean planteados de manera de obtener la mayor convocatoria, pero que también brinden al socio la posibilidad de vivirlos de la mejor manera posible. En ese sentido, tomamos la sugerencia de algunos socios de que en el stand de Autoclásica, por ejemplo, se acondicione un lugar para que los asociados que acudan puedan sentarse un momento y tomar algo fresco.
Y después vino lo mejoro. Después de varios intentos previos, que incluyeron insistentes llamadas del Suizo, finalmente ayer nos visitó Juan Pablo Zampa. Sentado a la mesa vis a vis con el Rafa Balestrini, se prestó a la conversación y nos regaló una infinidad de recuerdos, con una generosidad sin igual. De entre sus jugosísimas anécdotas, rememoradas apoyándose en la certidumbre del Rafa, compañero de unas cuantas, quisiera rescatar aquello de que fue tal el desempeño de Juan Pablo en Nurburgring, al comando del Alfasud Sprint de 1300cc, que el equipo oficial BMW lo convocó para ofrecerle pilotear una de sus máquinas en la siguiente temporada. El Alfita viajaba más rápido que las Alfettas de 2000. Terminó siendo campeón de Turismo 1977 en su clase con 10 victorias sobre 11 carreras, y segundo en la clasificación general, sólo precedido por un BMW con motor de 3500cc, casi el triple de desplazamiento que el pequeño pero muy efectivo bóxer de la Alfasud Sprint. Esas máquinas, como dijo ayer el amigo Zampa, doblaban y frenaban como sobre rieles, hacían todo bien. El único problema era la trepada que, como Juan Pablo nos contó, tomando un riesgo extremo, en un momento dejó de ser problema.
Los recuerdos y las historias se iban desgranando con una cadencia y un ritmo tal, que el ánimo de los presentes no decayó ni siquiera por un instante y la conversación continuó prolongándose largamente sobre el final, con un pie adentro del comedor y el otro pisando los adoquines del estacionamiento. Creo que, como ya pasó algunas otras veces, ayer no queríamos que se terminara la fiesta, por eso alargamos la despedida hasta que el silencio de la noche terminó adueñándose de todo.